Redes sociales

Contemos hasta diez

25 de septiembre de 2020 por Polígono Boletín

6 minutos de lectura

Recientemente vi el episodio 10 de la temporada 27 de Los Simpsons llamado “The girl code”. En él, Lisa junto a una nueva profesora de programación que llega a la escuela, deciden crear una aplicación que advierta a los usuarios de las posibles consecuencias de sus publicaciones en las redes sociales a través de un algoritmo predictivo. De este modo, Lisa junto a un grupo de desarrolladoras, crean la aplicación “Conrad” (de CONsequence eRADicator) — la cual actúa como una inteligencia artificial que mide exactamente las consecuencias de compartir cierto contenido en las redes sociales.

La edición de agosto de la revista estadounidense “The Atlantic” incluye un artículo llamado “Wait a minute”, firmado por Jonathan Rauch. El escrito es un llamado al usuario de internet a reflexionar sobre el contenido que comparte en redes sociales, en consideración de las consecuencias indeseadas que un tuit, una historia o un posteo pueden tener en la vida análoga.

El autor comienza su escrito mediante una revisión del comportamiento en redes sociales del video del tiroteo de Christchurch en Nueva Zelanda, el que fue transmitido en vivo por el asesino a través de estas plataformas.

Este tipo de sucesos se ha hecho cada vez más común, lo que ha obligado a las plataformas a tener algún tipo de mecanismo de mitigación. Por este motivo, redes sociales como YouTube y Facebook han invertido de millones de dólares en desarrollar algoritmos que detecten y eliminen este tipo de contenido, como también miles de horas en la búsqueda manual por parte de trabajadores de las plataformas — a veces subcontratados — con el mismo fin. Sólo en el caso del tiroteo en Nueva Zelanda, Facebook eliminó el video de 1.500.000 de páginas en las primeras 24 horas posterior al suceso. Una investigación de CNN hecha dos meses posterior al tiroteo, mostró que el video seguía estando presente en algunas páginas de Facebook pese a las medidas tomadas por la empresa.

Rauch comparte las ideas propuestas por Justin Kosslyn en el sitio Vice.com titulada “The Internet Needs More Friction”, en la que plantea que internet requiere de mayor “fricción”, es decir, la necesidad de construir retrasos en la transmisión de la información, toda vez que este retraso o fricción consciente limitaría — o al menos no favorecería — la propagación de campañas de desinformación, malware, phising, entre otros problemas propios de la era digital. Así, Rauch pone en entredicho la valorada instantaneidad de internet, y trae a colación la favorable característica que es la fricción o retraso para ciertas actividades como el periodismo, en la medida que permite una escritura reflexiva y responsable de artículos noticiosos.

Para Rauch, la instantaneidad se ha convertido en un bug de la vida online y de la arquitectura del internet, no en una característica a destacar.

La menor rapidez en los procesos periodísticos que la participación de editores profesionales supone, está lejos de ser una mala característica y, más aún, lejos de volverse un trabajo obsoleto, pues todos los problemas que las redes sociales han producido al momento de trabajar como medio informativo, dan cuenta de que su existencia es cada vez más necesaria.

En esta línea, es que Rauch rescate las prácticas de la “vieja prensa”, sin dejar de comprender e incluso valorar el rol de las redes sociales. De este modo, aclara que incluso siendo posible la revisión y edición de cada contenido que se comparte a través de Facebook, esto no sería deseable en la medida que resultaría contraproducente al propio fin de las redes sociales. Además, llevar a cabo una empresa de esa envergadura es desconocer que ya existen reglas para los procesos de edición y censura de contenido que han sido definidas por las propias redes sociales. De esta manera, el problema no son en sí mismas las redes sociales, sino que es la instantaneidad, pues no da pie para la revisión previa — ni siquiera para el usuario que comparte — , obligando a una revisión posterior de los contenido que se producen.

¿Los Simpsons tenían razón?

¿Y si se desarrolla algún sistema que dé tiempo al usuario de reflexionar si realmente quiere publicar ese contenido? o, volviendo a la referencia de Los Simpsons: ¿qué tal si inventamos un Conrad?

La “fricción” estratégicamente introducida da a las plataformas y a los usuarios tiempo para examinar el contenido de la forma que consideren apropiada.

Para Rauch, el Conrad ha inventar quizás no necesariamente debe ser muy sofisticado. Quizás no haga chequeos, ni censure, ni revise el contenido antes o después de publicarlo. Mucho más ambicioso sería un algoritmo predictivo como el imaginado en Los Simpsons, pero para el autor el sólo incluir un breve tiempo entre que pulsamos el botón publicar, hasta que el contenido es subido a una red social, es ya un mecanismo útil, pues entrega una importante ventaja: pensar.

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Fuente: The Atlantic

Para esta reflexión, Rauch se sumerge en lo planteado por el ganador del Premio Nobel, Daniel Kahneman, el cual propone la existencia de dos sistemas en nuestro cerebro — Sistema 1 y Sistema 2 — los cuales realizan un juego tipo “check and balance” buscando que la impulsividad propia del Sistema 1 sea contrarrestado por la “racionalidad” del Sistema 2. Si aplicamos este postulado al caso analizado, un sistema tipo “Conrad” permitiría que la impulsividad inicial de publicar o compartir un video de un tiroteo, animada por la contingencia y otros estímulos y sesgos, sea meditada y limitada por una reflexión propia del usuario. Rauch define esta técnica como “pon un poco de espacio cognitivo entre el estímulo y la respuesta cuando estés en un estado hedónico” o dicho de manera simple: “cuenta hasta diez antes de publicar”.

Pon un poco de espacio cognitivo entre el estímulo y la respuesta cuando estés en un estado hedónico.

A contar hasta 10 o incluso más

Si el día de mañana Twitter habilitará una opción tipo “cuenta hasta diez antes de tuitear eso” ¿la habilitaríamos? Probablemente si esta característica fuera obligatoria muchos usuarios se sentirían molestos, pues las redes sociales se han convertido para muchos en una extensión de su mente, en el fluir de su consciencia o en el diario de vida, y es la instantaneidad justamente lo que hace que las redes sociales sean tan atractivas. Llevar registro o buscar métodos de expresión alternativos resulta caro y, desde cierto punto de vista, ineficiente. Las redes sociales ofrecen la atractiva opción de decir lo que se quiera, cuando se quiera, donde se quiera, cuantas veces se quiera a un costo mínimo o incluso sin costo. El problema estriba en que muchas de esas publicaciones son más bien motivadas por el “Sistema 1”, el sistema impulsivo, sesgado y poca reflexivo lo cual, si bien, no es algo malo en sí mismo, resulta contraproducente muchas veces con nuestra intencionalidad a la hora de compartir un contenido en redes sociales.

Sin duda, la reflexión conlleva más variables de tipo legales, éticas, económicas, entre otras, que hacen mucho más compleja esta tarea, sin embargo, además de meditar si publicar ese contenido nos traerá una consecuencia indeseada, resulta vital reflexionar si realmente requiero publicar parte de mi vida personal si se considera que una vez que se encuentre en internet, es casi imposible que desaparezca.

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